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En la Opinión de Felipe Hinojo Alonso

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SEGUNDA PARTE

Al entrevistarme con mi cuñada, esposa de mi hermano, narró lo que sucedió (omitiré algunos datos por respeto a los lectores, pero interpreten los signos). «Mi esposo recibió una llamada a su celular», narra mi cuñada, «era una supuesta pareja que estaba interesada en la venta del vehículo. Dijeron que en breve llegarían a verlo y en diez minutos tocaron a la puerta. Mi esposo, acompañado de mi hijo de tres años en ese tiempo, los recibió, y al abrir entraron tres sujetos y una señora. Nos ordenaron a mis dos hijas y a mí que nos metiéramos a una habitación con palabras altisonantes y muy fuertes, con exagerada violencia. Tumbaron y esculcaron todo, hicieron desorden, buscaban cosas y cargaron una computadora, nos quitaron celulares y nos empujaron. Ya tenían a mi esposo esposado y mi hijo menor no atinaba a decir nada, estaba en shock por lo que estaba sucediendo.

«Sacan a mi esposo y lo suben a un auto particular, lo sé porque lo estuve viendo por la ventana y el niño seguía en la puerta de entrada. Empezaron a golpear a mi marido afuera del vehículo y escuché muy claro que mi esposo intentaba resistirse a algo y le dijeron: ‘Si te resistes voy a matar a tu hijo y lo voy mandar a la &#%*='» que es una de las palabras más vulgares, no ofensiva, vulgar.

Todo esto lo corroboré cuando llevé a mi cuñada a declarar a la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Aguascalientes y volvió a repetir la misma narración de cómo sucedieron las cosas ese 12 mayo de 2012.

Enseguida de todo esto mandé a los abogados y no pudieron ingresar a ninguna instalación, inclusive negaban que estuviera mi hermano ahí. Después me enteré de la tortura y pude ingresar al penal gracias al apoyo que recibí en su momento del general Hidalgo Eddy, lo refiero porque ya pasaron siete años.

Cuando terminó el arraigo, después de 40 días, y antes de eso en la casa donde lo tenían, nos negaban el acceso y tuvimos que meter varios amparos para poder entrar como visita y no funcionaban los amparos. La situación legal cambiaría, a pesar de que el arraigo es ilegal, y fue decretado así dos años después en el caso de mi hermano, en Aguascalientes y la gente que lo ejerció con el brazo armado que representó Felipe de Jesús Muñoz Vázquez por órdenes directas del anterior gobernador. Omito su nombre porque me da una especie de escalofrío por el coraje y la repulsión que me ocasiona mencionar a alguien tan repugnante.

Escribo como ocurrieron los acontecimientos con mi hermano, a quien le propinaron golpes en la cabeza, cuerpo, asfixias con bolsas, lo tenían esposado con los brazos en la espalda y todavía tiene las cicatrices y marcas por el dolor que le infringieron arrodillándolo por horas y horas.

En la cuestión psicológica le decían que había violado a sus propias hijas y que lo iban a matar, al igual que a su esposa porque fue cómplice. Todo era muy fuerte y me estoy reservando, por respeto a los lectores.

Cuando escuché todo esto, me dio mucha rabia e impotencia. Por mi posición de dirigente social en Aguascalientes, tenía «conecte» con un subprocurador de apellido Martínez. Un tipo repulsivo. Era alto, cachetón, chino, traía lentes y tenía una forma exagerada de ser repulsivo. Tenía su contacto de radio nextel y con la rabia apreté el botón para mentarle la madre y le dije: «Van a pagar todo lo que le han hecho a mi hermano, lo van a pagar», y le menté la madre de mil maneras. Jamás contestó las alertas ni las llamadas, ni hizo ningún comentario, nada recibí de parte de él.

Y esto tiene que ser sentencia definitiva. Todos los que participaron en la tortura deben de pagar, porque estaban torturando a gente inocente en Aguascalientes para que las estadísticas favorecieran y los medios de comunicación vendidos le decían «El Fiscal de Hierro» al tipejo de aspecto cadavérico, vampiresco y respulsivo como es Felipe de Jesús Muñoz Vázquez, quien resolvía los casos y hubo uno que salió en los medios informativos y fue el del estudiante que dicen se quiso escapar y solito se aventó del tercer piso del edificio contiguo a la Ministerial.

Era evidente que el universitario no tenía antecedentes penales y fue retenido y torturado y al caer casi pierde la vida. Afortunadamente la libró y esa familia quedó traumada y no se volvió a saber de ellos.

Fue un caso muy sonado de abuso de poder de los ministeriales solapados por Felipe de Jesús Muñoz Vázquez, quien sembró el horror en la Procuraduría de Justicia.

Entrar ahí era tremendo porque había ministeriales armados, gente esposada, golpeada, sangrante y así era en los edificios de la Ministerial y la Procuraduría.

Menores de edad golpeados y era repulsivo estar en ese lugar. Los Ministerios Públicos traídos del Estado de México y el Distrito Federal (hoy Ciudad de México), imponían y regañaban a los abogados, a los familiares los amenazaban con retenerlos por falsedades y llegaron a meter a litigantes a los separos y procesarlos inclusive con juicios, a abogados de prestigio que reprimieron y de esto pueden dar testimonio ellos mismos.

Así eran las cosas en Aguascalientes, era el comienzo de la pesadilla. Cientos y cientos de personas, algunas con dinero ganado con trabajo honrado que brinda esta noble tierra y otras gentes humildes que no supieron defenderse fueron «acuchillados» en los económico y en lo moral al ser exhibidos por el torturador quienes los sacaba como trofeo en los medios mostrando su rostro diciendo el delito que supuestamente habían cometido y todo lo que «resolvía» la Procuraduría de Justicia que en realidad era una fábrica de delincuentes.

Den gracias los que estén leyendo esto y no tuvieron un conflicto con este torturador, porque por fortuna jamás lo conocieron y no supieron de su horrores y lo que es ser acusado injustamente.

Y todavía las cárceles de Aguascalientes están llenas de gente inocente. El Poder Judicial, con sus jueces y magistrados, fue cómplice del drama, trama y las injusticias que día a día se cometían con el poder absoluto del ex gobernador innombrable que representa la repulsión completa con el que era su brazo armado; así como la bola de jueces y magistrados lambiscones que por no perder su trabajo le cargaban las maletas, como es el caso del ex presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, Fernando González de Luna. Mi relato seguirá más adelante.

(Continuará)


 


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